El concierto de serruchos
rompe el frío témpano
en la pista del circo .
Las carcajadas del público
ante el payaso patético que emula a un militar .
El sonido de los tambores
enceguecido por las teas ,
que lanza la malabarista al cielo
que centellean en la cuerda floja de la vida
y las columnas de elefantes pomposos .
Es el olor de los amaneceres
nucleares del fin de milenio ,
frente al domador
que juega a los naipes debajo de la
enorme mochila que carga .